Dormir es saludable: este hallazgo general está respaldado por la ciencia. Estudios anteriores ya habían demostrado que las personas que dormían después de la vacunación tenían una respuesta inmunitaria que era, por término medio, dos veces más fuerte que la de las personas que no dormían la noche siguiente a la vacunación. Sin embargo, hasta ahora apenas se habían investigado las razones biológicas celulares de este hecho. Un equipo dirigido por la profesora Luciana Besedovsky, del Instituto de Psicología Médica, ha demostrado ahora que el sueño favorece el potencial de las células inmunitarias -conocidas como células T- para migrar a los ganglios linfáticos. Los investigadores han publicado sus hallazgos en la revista «Brain, Behavior, and Immunity».
Por qué el sueño favorece la respuesta inmunitaria
Los científicos examinaron repetidamente la concentración de distintos subgrupos de células T en la sangre de una cohorte de hombres y mujeres sanos a lo largo de dos sesiones de 24 horas. En una de las dos condiciones de prueba, se permitió a los participantes dormir durante ocho horas por la noche, mientras que en la otra se relajaron en la cama por la noche pero permanecieron despiertos. Un catéter antecubital conectado a una habitación contigua mediante un tubo permitió extraer sangre sin perturbar el sueño de los participantes. El análisis de las muestras de sangre reveló diferencias significativas entre las condiciones de prueba: «Nuestros resultados demuestran que el sueño favorece el potencial de migración de diversas subpoblaciones de células T», afirma Besedovsky.
Los investigadores pudieron demostrar que el sueño potencia la migración dirigida de las células T a una proteína de señalización denominada quimiocina «homing» CCL19. Esta molécula media la migración de las células T que tienen el correspondiente receptor para CCL19 a los ganglios linfáticos, donde la defensa de las células T se «entrena» mediante la presentación de antígenos – por ejemplo, tras la vacunación. En otros experimentos, los investigadores demostraron que la incubación de células T con plasma sanguíneo de sujetos dormidos también aumentaba su potencial de migración. «Esto demuestra que los factores solubles que se elevan en el plasma sanguíneo durante el sueño median el efecto del sueño sobre la migración de células T. Esto nos permite reproducir el efecto del sueño en el laboratorio utilizando el plasma sanguíneo de individuos dormidos», informa Besedovsky.
Los científicos identificaron la hormona del crecimiento y la prolactina como factores clave en este comportamiento migratorio. Ambas hormonas mostraron cambios dependientes del sueño en su concentración plasmática, con niveles más altos en los participantes que habían dormido por la noche. «Nuestros hallazgos también tienen posibles implicaciones clínicas», afirma Besedovsky. «Por ejemplo, la hormona del crecimiento y la prolactina podrían considerarse nuevos adyuvantes para promover la respuesta inmunitaria tras la vacunación, especialmente en personas mayores, que suelen tener niveles reducidos de estas hormonas durante el sueño». En general, los autores consideran que el estudio es un paso importante para comprender mejor por qué el sueño favorece la respuesta inmunitaria -por ejemplo, tras la vacunación- y por qué las vacunas suelen ser menos eficaces en las personas mayores.
Estimular el sistema inmunitario en el momento adecuado
Al descifrar los mecanismos de migración celular que subyacen a la respuesta inmunitaria, científicos de la Universidad de Ginebra (UNIGE), en Suiza, y de la Universidad Ludwig Maximilian (LMU), en Alemania, han demostrado que la activación del sistema inmunitario se modula en función de la hora del día. De hecho, la migración de células inmunitarias de la piel a los ganglios linfáticos fluctúa a lo largo de un periodo de 24 horas. La función inmunitaria es mayor durante la fase de reposo, poco antes de que se reanude la actividad: por la tarde en los ratones, que son animales nocturnos, y a primera hora de la mañana en los humanos. Estos hallazgos, publicados en la revista Nature Immunology, sugieren que quizá haya que tener en cuenta la hora del día a la hora de administrar vacunas o inmunoterapias contra el cáncer para aumentar su eficacia.
Otros datos sugieren también que la estimulación del sistema inmunitario a distintas horas del día produce las mismas fluctuaciones, con un pico por la mañana. Pero, ¿por qué el sistema inmunitario está controlado por un ritmo oscilante? Los ritmos circadianos actúan como un sistema de ahorro de energía para hacer un uso óptimo de los recursos energéticos en función de las necesidades más inmediatas. ¿Podría ser ésta una forma de que el sistema inmunitario esté en alerta en los momentos en los que el riesgo de exposición a patógenos es mayor debido a la ingesta de alimentos y/o a las interacciones sociales? ¿Podríamos también ser más susceptibles a los patógenos por la tarde y por la noche? Es demasiado pronto para saberlo. No obstante, la importancia del ritmo circadiano para el sistema inmunitario apenas se está descubriendo y podría ser de gran trascendencia para la vacunación preventiva, la administración de terapias antitumorales y el tratamiento de enfermedades autoinmunes.