El ritmo circadiano es un ciclo biológico de aproximadamente 24 horas que sincroniza el sueño, las hormonas, el metabolismo y casi todas las funciones corporales. Aunque muchas personas asocian el «reloj interno» principalmente con el cerebro, el estómago también desempeña un papel central en este mecanismo de sincronización. De hecho, existe una conexión bidireccional: el ritmo circadiano influye en el funcionamiento del estómago y éste, a su vez, puede ayudar a controlar el reloj del cuerpo.
El reloj maestro circadiano en el cerebro
El reloj maestro está situado en el núcleo supraquiasmático (SCN) del hipotálamo. Este reloj:
- recibe señales luminosas directamente de la retina
- sincroniza ritmos diarios como la temperatura corporal, la liberación de hormonas y el comportamiento sueño-vigilia
- envía información horaria a los órganos periféricos a través de señales nerviosas y hormonales
Pero el SCN no es el único reloj.
El estómago como «reloj periférico»
Casi todos los órganos tienen relojes circadianos locales, incluyendo:
- Estómago
- Intestinos
- Hígado
- Páncreas
Estos relojes están controlados por genes reloj (por ejemplo, BMAL1, CLOCK, PER y CRY).
En el estómago, estos genes controlan los ritmos en:
- Producción de ácido estomacal
- La secreción de gastrina
- Movimiento del estómago (motilidad)
- Velocidad de vaciado
- Flujo sanguíneo
- Mecanismos de protección de la mucosa
El estómago no funciona a un ritmo constante: su actividad sigue un perfil diario, similar al de los latidos del corazón o la tensión arterial.
Cómo influye el ritmo circadiano en el funcionamiento del estómago
Producción de ácido estomacal
La producción de ácido clorhídrico en el estómago muestra un claro ritmo circadiano: es mayor por la noche y menor durante el día. Esto explica por qué comer por la noche provoca con más frecuencia acidez estomacal y por qué el dolor de úlcera puede ser peor por la noche. La producción de ácido está controlada por las señales del SCN, el nervio vago y los genes del reloj local.
Motilidad estomacal (movimientos del estómago)
La motilidad del estómago también depende de la hora del día: durante el día, el vaciado se acelera y hay más actividad muscular; por la noche, el proceso se reduce y el estómago trabaja más lentamente. Ésta es una de las razones por las que los alimentos consumidos a última hora de la tarde permanecen más tiempo en el estómago, se digieren con menos eficacia y pueden provocar más reflujo.
Señales de hambre y saciedad
El estómago segrega hormonas relacionadas con el ritmo circadiano:
Grelina («hormona del hambre»)
- se produce en el estómago
- aumenta antes de las comidas regulares
- tiene su propio ritmo circadiano
- también influye en la calidad del sueño y la memoria
Leptina (hormona de la saciedad, principalmente tejido adiposo)
- está indirectamente vinculada al estómago a través de señales digestivas
- también sigue un ritmo diario
Estas hormonas vinculan la digestión y los ritmos diarios.
Cómo influye el estómago en el reloj interno
El estómago no es un receptor pasivo de señales circadianas, sino que envía información al propio organismo. Mientras que la luz es la señal horaria más importante para el SCN, las comidas son la señal horaria más importante para los relojes periféricos. Las comidas regulares estabilizan el ritmo del estómago, los intestinos, el hígado y el páncreas, el azúcar en sangre y el equilibrio hormonal. Las comidas irregulares o tardías -especialmente entre las 10 de la noche y las 2 de la madrugada- pueden desincronizar los relojes internos. El efecto: desincronización interna. Comer por la noche crea un conflicto: el SCN le dice al cuerpo «modo descanso nocturno», mientras que el estómago dice «modo digestión diurna». A largo plazo, esto puede provocar aumento de peso, peor sueño, resistencia a la insulina y problemas digestivos.
La grelina como señal de retroalimentación
La grelina envía señales del estómago al cerebro, donde influye en el hipotálamo, los ritmos de sueño-vigilia y los sistemas de recompensa. Los niveles de grelina aumentan no sólo debido al hambre, sino también después de acostumbrarse a ciertas horas de comida. Esto demuestra hasta qué punto el estómago interviene en la estructura temporal del organismo.
El microbioma como temporizador adicional
Las bacterias del estómago y los intestinos también tienen patrones circadianos. Su composición y actividad fluctúan a lo largo del día. Por la noche predominan bacterias distintas de las que hay durante el día.
Las comidas irregulares o el desfase horario alteran este patrón, lo que afecta a la digestión, los procesos inflamatorios y el metabolismo. Por tanto, el estómago forma parte de un ritmo digestivo más amplio.
¿Qué ocurre cuando hay una alteración circadiana?
Trabajo por turnos
Los trabajadores por turnos son especialmente propensos al reflujo, la gastritis, el vaciado gástrico lento, más antojos de comida por la noche y un mayor riesgo de obesidad. Aquí, los horarios de actividad y las comidas chocan con los ritmos naturales del estómago.
Desfase horario
El jet lag afecta al estómago porque las comidas se hacen a horas inusuales y la producción estomacal no se ajusta a la nueva zona horaria. Por ello, los problemas digestivos son frecuentes en los vuelos de larga distancia.
Consecuencias metabólicas
La alteración crónica del ritmo digestivo aumenta el riesgo de diabetes de tipo 2, obesidad, síndrome metabólico e inflamación del tracto gastrointestinal.
Perspectiva evolutiva
El ritmo circadiano del estómago tiene sentido desde el punto de vista evolutivo, ya que los alimentos se buscan y consumen durante el día, y la reparación, regeneración y protección inmunitaria tienen lugar por la noche. Los intestinos y el estómago aprovechan la noche para regenerar la mucosa, reparar los daños en el ADN y reorganizar el microbioma. Las comidas nocturnas o el picoteo constante interrumpen estos procesos.
Consecuencias para la salud
La estrecha relación entre el estómago y el ritmo circadiano tiene consecuencias de largo alcance para la salud que a menudo se subestiman. Cuando el reloj interno se desequilibra -ya sea por horarios irregulares, comidas tardías, trabajo por turnos o falta de sueño-, el estómago es especialmente sensible. Una de las consecuencias más inmediatas es la alteración de la producción de ácido estomacal, que normalmente sigue un ritmo diario: durante el día, el estómago produce menos ácido, mientras que por la noche produce más. Comer tarde significa que los alimentos entran en el estómago durante una fase de mayor producción de ácido y menor motilidad estomacal. Como consecuencia, permanece más tiempo en el estómago, lo que favorece la acidez y el reflujo nocturno. La mucosa también es más vulnerable por la noche, por lo que es más probable que se produzcan procesos inflamatorios.
Otro factor clave es la regulación hormonal: la hormona estomacal grelina, que normalmente aumenta antes de las comidas y envía señales de hambre al cerebro, se desincroniza cuando los hábitos alimentarios son irregulares. Si se come tarde o de noche con frecuencia, la actividad de la grelina cambia, lo que a su vez afecta al sistema de recompensa y aumenta los antojos y las comidas nocturnas. A largo plazo, esto aumenta el riesgo de sobrepeso, obesidad y alteración de la regulación del azúcar en sangre. El microbioma del estómago y los intestinos también reacciona con fuerza a las alteraciones circadianas. Normalmente, los patrones de actividad bacteriana se alternan entre el día y la noche; sin embargo, los cambios crónicos de ritmo, como los que se producen en el trabajo por turnos, conducen a un desequilibrio de las bacterias, que puede favorecer la inflamación, los problemas digestivos y el aumento de la permeabilidad de la pared intestinal.

Los procesos mentales y cognitivos también se ven afectados. Dado que la comunicación entre el estómago y el cerebro se produce a través de hormonas y vías nerviosas, los cambios de ritmo no sólo alteran la digestión, sino también la calidad del sueño, el estado de ánimo y la gestión del estrés. El reflujo frecuente y los problemas digestivos nocturnos también provocan interrupciones del sueño, lo que agrava aún más el desequilibrio circadiano: un círculo vicioso que afecta al bienestar físico y mental.
En general, está claro que el estómago no sólo reacciona de forma pasiva, sino que participa activamente en la estabilidad circadiana del organismo. Si este ritmo sensible se altera permanentemente, surgen riesgos para la salud que van mucho más allá de los problemas digestivos: desde la obesidad y la diabetes hasta los trastornos del sueño y el estrés. Por lo tanto, un ritmo diario regular y unos horarios fijos de comidas son cruciales para mantener en equilibrio tanto la función estomacal como todo el metabolismo.
¿Qué significa esto para la vida cotidiana?
Las comidas regulares favorecen la estabilidad circadiana
El reloj interno del cuerpo no sólo controla el sueño, la actividad y las hormonas, sino también la digestión. Las comidas regulares actúan como una «señal» para el estómago y los relojes periféricos de los intestinos, el hígado y el páncreas. Comer aproximadamente a la misma hora todos los días ayuda a que estos relojes se sincronicen mejor con el reloj principal del cerebro, asegurando que las enzimas digestivas, la producción de ácido estomacal y la motilidad del estómago estén disponibles de forma óptima a la hora de comer. Por el contrario, si come de forma irregular o cambia mucho las comidas, corre el riesgo de que su estómago trabaje «a contrarreloj», lo que puede provocar fluctuaciones de azúcar en sangre, una peor absorción de nutrientes y problemas digestivos.
Nada de comidas copiosas a última hora de la tarde
El estómago trabaja más lentamente por la noche: el vaciado gástrico se retrasa, y la producción de ácido estomacal puede provocar acidez o reflujo si el momento es desfavorable. Las comidas copiosas a última hora de la tarde no sólo sobrecargan el estómago, sino que también interrumpen el sueño, ya que el cuerpo tiene que dedicar energía a la digestión en lugar de a la regeneración y reparación. Por ello, lo ideal es hacer la última comida principal varias horas antes de acostarse y evitar los alimentos muy grasos o picantes. De este modo, el estómago tiene tiempo suficiente para procesar los alimentos y el descanso nocturno no se ve alterado.
El desayuno estabiliza los relojes periféricos
Un desayuno regular actúa como «pistoletazo de salida» para la digestión y envía señales a los relojes periféricos de que el día está empezando. Saltarse el desayuno a menudo desplaza todo el ritmo alimentario hacia atrás, haciendo que el estómago y otros órganos digestivos se activen más tarde de lo habitual. Este cambio puede desestabilizar el ritmo circadiano, alterar la respuesta de la insulina y sobrecargar el metabolismo a largo plazo.
Desayunar temprano también favorece el aumento natural de hormonas como la grelina, que controlan el hambre y la distribución de la energía, lo que permite al organismo responder con mayor eficacia a las comidas.
Ayuno intermitente (alimentación restringida en el tiempo)
El ayuno intermitente puede favorecer la estabilidad circadiana si la ventana de alimentación cae dentro de las horas activas del día, por ejemplo de 8 a 18 horas.
Durante este periodo, el estómago está activo, la digestión es óptima y los nutrientes pueden absorberse de forma eficiente. Durante la fase de ayuno fuera de esta ventana, el estómago descansa, la membrana mucosa puede regenerarse y el microbioma se ajusta a los procesos de reparación nocturnos. Los estudios demuestran que la alimentación restringida en el tiempo estabiliza el azúcar en sangre, reduce la inflamación y mejora la salud metabólica. Es crucial que las comidas se realicen con regularidad y no demasiado tarde por la noche para no alterar el reloj interno.
Conclusión
El estómago está estrechamente interrelacionado con el ritmo circadiano, tanto como receptor como transmisor de información horaria. El ritmo circadiano controla la producción de ácido estomacal, la motilidad, la liberación de hormonas y la eficiencia digestiva. El estómago sincroniza los relojes periféricos e influye en los ritmos del hambre, el metabolismo e incluso el sueño. Un horario de comidas irregular o comer por la noche puede alterar permanentemente el reloj interno y causar problemas metabólicos y digestivos a largo plazo. Por lo tanto, el estómago no es sólo un órgano digestivo, sino también un cronometrador activo del cuerpo, estrechamente entrelazado con toda la biología circadiana.









